martes, 16 de marzo de 2010

Mensaje de Benedicto XVI para la XXV Jornada Mundial de la Juventud, Roma (28 de marzo de 2010)

Principio del formulario

lunes, 15 de marzo de 2010  

Traducción de la Revista Ecclesia

Invitación al seguimiento de Cristo para una vida intensa y provechosa

«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Mc 10, 17)

Queridos amigos:


Se celebra este año el XXV aniversario de la institución de la Jornada Mundial de la Juventud, convocada por el Venerable Juan Pablo II como cita anual de los jóvenes creyentes del mundo entero. Se trata de una iniciativa profética que ha producido frutos abundantes, al dar a las nuevas generaciones cristianas la posibilidad de reunirse, ponerse a la escucha de la Palabra de Dios, descubrir la belleza de la Iglesia y vivir experiencias fuertes de fe que han impulsado a muchos a decidir entregarse totalmente a Cristo.

La presente XXV Jornada constituye una etapa hacia el próximo Encuentro Mundial de los Jóvenes, que tendrá lugar en agosto de 2011 en Madrid, adonde espero que acudáis numerosos para vivir ese acontecimiento de gracia.

Para prepararnos a esa celebración, quisiera proponeros algunas reflexiones sobre el tema de este año: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Mc 10, 17), tomado del episodio evangélico del encuentro de Jesús con el joven rico; un tema afrontado ya, en 1985, por el papa Juan Pablo II en una maravillosa Carta, dirigida por vez primera a los jóvenes.

 
 

1 Jesús se encuentra con un joven

 
 

«Cuando salía Jesús al camino –narra el Evangelio de San Marcos–, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?". Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él replicó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño". Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo–, y luego, sígueme". A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico» (Mc 10, 17-22).

Este relato expresa de manera eficaz la gran atención de Jesús hacia los jóvenes, hacia vosotros, hacia vuestras expectativas, vuestras esperanzas, y muestra cuán grande es su deseo de tener un encuentro personal y de entablar un diálogo con cada uno de vosotros. Cristo, en efecto, detiene su camino para responder a la pregunta de su interlocutor, manifestando plena disposición hacia aquel joven, al que un ardiente deseo impulsa a hablar con el «Maestro bueno» para aprender de él a recorrer el camino de la vida. Con este pasaje evangélico, mi antecesor quería exhortar a cada uno de vosotros a «desarrollar el propio coloquio con Cristo, un coloquio que es de importancia fundamental y esencial para un joven» (Carta a los jóvenes, n. 2: ECCLESIA 2.216 [1985/I], pág. 427).

 
 

2 Jesús se le quedó mirando con cariño

 
 

En el relato evangélico, San Marcos subraya que «Jesús se le quedó mirando con cariño» (cf. Mc 10, 21). En la mirada del Señor está el corazón mismo de tan especialísimo encuentro y de toda la experiencia cristiana. Y es que el cristianismo no es ante todo una moral, sino experiencia de Jesucristo, que nos ama personalmente, ya seamos jóvenes o viejos, pobres o ricos; nos ama también cuando le damos la espalda.

Comentando esta escena, el papa Juan Pablo II añadía, dirigiéndose a vosotros, los jóvenes: «¡Deseo que experimentéis una mirada así! ¡Deseo que experimentéis la verdad de que Cristo os mira con amor!» (Carta a los jóvenes, n. 7: ECCLESIA cit., pág. 431). Un amor que se manifestó en la cruz de manera tan plena y total que le hizo escribir a San Pablo con estupor: «Me amó hasta entregarse por mí» (Ga 2, 20). «La conciencia de que el Padre nos ha amado siempre en su Hijo, de que Cristo ama a cada uno y siempre –escribe también el papa Juan Pablo II–, se convierte en un sólido punto de apoyo para toda nuestra existencia humana» (Carta a los jóvenes, n. 7: ECCLESIA cit., pág. 432) y nos permite superar todas las pruebas: el descubrimiento de nuestros pecados, el sufrimiento, el desánimo.

En este amor se encuentra la fuente de toda la vida cristiana y la razón fundamental de la evangelización: si nos hemos encontrado realmente con Jesús, no podemos dejar de testimoniarlo a aquéllos cuyas miradas aún no se han cruzado con la suya.

 
 

3 El descubrimiento del proyecto de vida

 
 

En el joven del Evangelio podemos vislumbrar una condición muy similar a la de cada uno de vosotros. Vosotros también sois ricos en cualidades, energías, sueños, esperanzas: recursos todos que poseéis con abundancia. Vuestra propia edad constituye una gran riqueza no sólo para vosotros, sino también para los demás, para la Iglesia y para el mundo.

El joven rico le pregunta a Jesús: «¿Qué tengo que hacer?». La época de la vida en la que estáis inmersos es tiempo de descubrimiento: de los dones que Dios os ha otorgado y de vuestras responsabilidades. Es, también, tiempo de elecciones fundamentales para la construcción de vuestro proyecto de vida. Es el momento, por lo tanto, de interrogaros sobre el sentido auténtico de la existencia y de preguntaros: «¿Estoy satisfecho con mi vida? ¿Me falta algo?».

Como el joven del Evangelio, acaso vosotros también viváis situaciones de inestabilidad, de turbación o de sufrimiento que os impulsan a aspirar a una vida no mediocre y a preguntaros: ¿En qué consiste una vida lograda? ¿Qué tengo que hacer? ¿Cuál podría ser mi proyecto de vida? «¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido?» (ibíd., n. 3: ECCLESIA cit., pág. 427).

No temáis afrontar estos interrogantes que, lejos de venceros, expresan las grandes aspiraciones que están presentes en vuestro corazón, por lo que han de ser atendidos, pues aguardan respuestas no superficiales, sino capaces de satisfacer vuestras auténticas expectativas de vida y de felicidad.

Para descubrir el proyecto de vida que puede haceros plenamente felices, poneos a la escucha de Dios, que tiene un designio suyo de amor para cada uno de vosotros. Preguntadle con confianza: «Señor, ¿cuál es tu designio de Creador y Padre sobre mi vida? ¿Cuál es tu voluntad? Yo deseo cumplirla». Tened la seguridad de que os responderá. ¡No tengáis miedo de su respuesta! «Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo» (1 Jn 3, 20).

 
 

4 Ven y sígueme

 
 

Jesús invita al joven rico a ir bastante más allá de la satisfacción de sus aspiraciones y de sus proyectos personales; le dice: «Ven y sígueme». La vocación cristiana nace de una propuesta de amor del Señor, y sólo puede hacerse realidad gracias a una respuesta de amor: «Jesús invita a sus discípulos a la entrega total de sus vidas, sin cálculo ni interés humano, con una confianza sin reservas en Dios. Los santos acogen tan exigente invitación y se ponen con docilidad humilde a seguir a Cristo crucificado y resucitado. Su perfección, según la lógica de la fe a veces incomprensible desde el punto de vista humano, consiste en no ponerse ya a sí mismos en el centro y en optar por ir a contracorriente, viviendo conforme al Evangelio» (Benedicto XVI, Homilía en la canonización de los beatos Zygmunt Szczesny Felinski, Francisco Coll, Jozef Damiaan De Veuster, Rafael Arnaiz y Jeanne Jugan, 11-10-09: ECCLESIA 3.489 [2009/II], pág. 1583).

Siguiendo el ejemplo de tantos discípulos de Cristo, acoged vosotros también con alegría, queridos amigos, la invitación al seguimiento, para vivir intensa y provechosamente en este mundo. En efecto, mediante el Bautismo él llama a cada uno a seguirlo con acciones concretas, a amarlo por encima de todo y a servirlo en los hermanos. Por desgracia, el joven rico no aceptó la invitación de Jesús y se marchó pesaroso. No había tenido el valor de desprenderse de los bienes materiales para encontrar el bien mayor propuesto por Jesús.

La tristeza del joven rico del Evangelio es la misma que nace en el corazón de cada uno de nosotros cuando no tenemos el valor de seguir a Cristo, de hacer la elección adecuada. ¡Pero nunca es demasiado tarde para responderle!

Jesús no se cansa jamás de mirar con amor y de llamar a ser discípulos suyos, pero a algunos les propone una elección más radical. En este Año Sacerdotal, quisiera exhortar a los jóvenes y a los muchachos a prestar atención por si el Señor los invita a un don más grande en el camino del sacerdocio ministerial, y a estar dispuestos a acoger con generosidad y entusiasmo semejante señal de predilección especial, emprendiendo con un sacerdote, con su director espiritual, el necesario camino de discernimiento. Tampoco temáis, queridos y queridas jóvenes, si el Señor os llama a la vida religiosa, monástica, misionera o de consagración especial: ¡él sabe dar alegría profunda a quienes responden con valentía!

Invito, además, a cuantos sienten la vocación del sacerdocio, a acogerla con fe, comprometiéndose a poner unas bases sólidas para vivir un amor grande, fiel y abierto al don de la vida, que es riqueza y gracia para la sociedad y para la Iglesia.

 
 

5 Orientados hacia la vida eterna

 
 

«¿Qué haré para heredar la vida eterna?». Esta pregunta del joven del Evangelio se antoja alejada de las preocupaciones de muchos jóvenes contemporáneos, ya que, como observaba mi antecesor, «¿no somos nosotros la generación a la que el mundo y el progreso temporal llenan completamente el horizonte de la existencia?» (Carta a los jóvenes, n. 5: ECCLESIA 2.216 [1985/I], pág. 428). Pero la pregunta sobre la «vida eterna» aflora en momentos particularmente dolorosos de la existencia, cuando sufrimos la pérdida de un allegado o cuando vivimos la experiencia del fracaso.

Pero, ¿qué es esa «vida eterna» a la que se refiere el joven rico? Nos lo ilustra Jesús cuando, dirigiéndose a sus discípulos, afirma: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría» (Jn 16, 22). Son palabras que indican una propuesta entusiasmante de felicidad sin fin, de la alegría de verse colmados de amor divino para siempre.

Interrogarnos acerca del futuro definitivo que nos aguarda a cada uno da plenitud de sentido a nuestra existencia, ya que orienta el proyecto de vida hacia horizontes no limitados y pasajeros, sino amplios y profundos, que impulsan a amar el mundo –tan amado por el mismo Dios–, a dedicarnos a su desarrollo, pero siempre con la libertad y la alegría que nacen de la fe y de la esperanza. Se trata de horizontes que nos ayudan a no extremar las realidades terrenales, sabedores de que Dios nos prepara una perspectiva más grande, y a repetir con San Agustín: «Deseemos juntos la patria celestial, suspiremos por la patria celestial, sintámonos peregrinos aquí abajo» (Comentario al Evangelio de San Juan, Homilía 35, 9). Manteniendo puesta la mirada en la vida eterna, el Beato Pier Giorgio Frassati, muerto en 1925 con 24 años de edad, decía: «¡Quiero vivir, y no dejarme vivir!», y en la foto de una escalada, enviada a un amigo, escribía: «Hacia arriba», aludiendo a la perfección cristiana, pero también a la vida eterna.

Os exhorto, queridos jóvenes, a no olvidar esta perspectiva en vuestro proyecto de vida: estamos llamados a la eternidad. Dios nos ha creado para que estemos con él, para siempre. Dicha perspectiva os ayudará a dar plenitud de sentido a vuestras elecciones y calidad a vuestra existencia.

 
 

6 Los mandamientos, senda del amor auténtico

 
 

Jesús le recuerda al joven rico los diez mandamientos como condiciones necesarias para «heredar la vida eterna». Son puntos de referencia esenciales para vivir en el amor, para distinguir claramente el bien del mal y construir un proyecto de vida sólido y duradero. También a vosotros os pregunta Jesús si conocéis los mandamientos, si os preocupáis por formar vuestra conciencia conforme a la ley divina y si los lleváis a la práctica.

Ciertamente se trata de preguntas que van a contracorriente respecto a la mentalidad actual, que propone una libertad desvinculada de valores, de reglas, de normas objetivas, y que invita a negar toda limitación a los deseos del momento. Pero este tipo de propuesta, en vez de llevar a la libertad verdadera, hace del hombre un esclavo de sí mismo, de sus deseos inmediatos, de ídolos como el poder, el dinero, el placer desenfrenado y las seducciones del mundo, incapacitándolo para seguir su vocación nativa al amor.

Dios nos da los mandamientos porque quiere educarnos en la libertad verdadera, porque quiere construir con nosotros un Reino de amor, de justicia y de paz. Escucharlos y llevarlos a la práctica no significa alienarse, sino encontrar la senda de la libertad y del amor auténticos, ya que los mandamientos no limitan la felicidad, sino que indican cómo encontrarla. Al inicio de su diálogo con el joven rico, Jesús recuerda que la ley dada por Dios es buena, porque «Dios es bueno».

 
 

7 Os necesitamos

 
 

Quienes viven hoy la condición juvenil se ven enfrentados a muchos problemas derivados del desempleo, de la falta de referencias ideales seguras y de perspectivas concretas para el futuro. A veces pueden tener la sensación de la propia impotencia ante las crisis y las tendencias actuales. Pese a la dificultad, ¡no caigáis en el desánimo y no renunciéis a vuestros sueños! Cultivad, por el contrario, en vuestros corazones deseos profundos de fraternidad, de justicia y de paz. El futuro está en las manos de quienes saben buscar y encontrar razones fuertes de vida y de esperanza. Si queréis, el futuro está en vuestras manos, pues los dones que el Señor ha puesto en el corazón de cada uno de vosotros, forjados por el encuentro con Cristo, pueden traer esperanza auténtica al mundo. La fe en su amor, al haceros fuertes y generosos, os dará el valor de afrontar con serenidad el camino de la vida y de asumir responsabilidades familiares y profesionales. Comprometeos a construir vuestro futuro por medio de itinerarios serios de formación personal y de estudio, para servir de manera competente y generosa al bien común.

En mi reciente Carta encíclica sobre el desarrollo humano integral, Caritas in veritate, he indicado algunos grandes retos actuales que se revelan urgentes y necesarios para la vida de este mundo: el uso de los recursos de la tierra y el respeto a la ecología; la justa compartición de los bienes y el control de los mecanismos financieros; la solidaridad con los países pobres en el seno de la familia humana; la lucha contra el hambre en el mundo; la promoción de la dignidad del trabajo humano; el servicio a la cultura de la vida; la construcción de la paz entre los pueblos; el diálogo interreligioso; el buen uso de los medios de comunicación social.

Son desafíos a los que estáis llamados a responder para construir un mundo más justo y fraternal. Son desafíos que exigen un proyecto de vida riguroso y apasionante en el que poner toda vuestra riqueza, según el designio de Dios sobre cada uno de vosotros. No se trata de realizar gestas heroicas o extraordinarias, sino de actuar aprovechando los propios talentos y las propias posibilidades, comprometiéndose a progresar constantemente en la fe y en el amor.

En este Año Sacerdotal, os invito a conocer la vida de los santos, especialmente la de los santos sacerdotes. Veréis que Dios los ha guiado y ellos han encontrado su camino día tras día, precisamente en la fe, en la esperanza y en el amor. Cristo llama a cada uno de vosotros a comprometerse con él y a asumir sus propias responsabilidades para construir la civilización del amor. Si seguís su palabra, también vuestro camino se iluminará y os llevará a metas elevadas, que dan alegría y plenitud de sentido a la vida.

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, os acompañe con su protección. Os aseguro mi recuerdo en la oración y con gran afecto os bendigo. 

 
 

Vaticano, 22 de febrero de 2010

 
 

BENEDICTUS PP XVI

Cómo enseñar a los más pequeños a ser sinceros

Casi todos los niños pasan por una etapa en que necesitan una adecuada orientación en la sinceridad.

Como la mayoría de las virtudes, la sinceridad tiene dos vicios opuestos: uno por exceso y otro por defecto. El exceso se nota en aquellas personas que lo van diciendo todo. Es evidente que este comportamiento no favorece las relaciones interpersonales y más bien acaba destruyéndolas por irrespeto. Por otra parte, la ausencia de sinceridad abarca otros comportamientos como son la mentira, la hipocresía, la adulación, la calumnia, la murmuración, etc.

Primeras mentiras de los hijos

Los padres, cuando tropiezan con las primeras mentiras de los pequeños se preocupan bastante y se preguntan si habrán perdido su confianza. No comprenden por qué su hijo les miente.

Ahora bien, ¿se puede hablar de mentira en el niño pequeño? Ante todo, debemos hacer una distinción. En los niños hay muchas "mentiras", que son sólo fruto de su imaginación y de su fantasía. En general, hasta los seis años el niño no distingue entre el mundo real y el fantástico en el que le gusta vivir. Realidad y fantasía son la misma cosa. Tan verdaderas son las cosas que existen como las que se imagina. Él lo vive así, lo siente así. Y lo dice así.

Quizá la actitud de los padres en este período sea, a lo sumo, la de hacer ver a los hijos que las cosas no pueden ser como las cuentan; hacerles pequeñas observaciones; ayudarles a reflexionar sobre la realidad de los fenómenos que suceden... Con ello, el pequeño irá haciendo poco a poco la distinción entro lo real, lo imaginario y lo verosímil.

La mentira auténtica y su educación

A partir de los siete años aproximadamente, es decir, con la aparición del uso de razón, la mentira comienza a constituir una falta. El niño en ese momento distingue perfectamente entre verdadero y falso, por tanto, tiene conciencia de que miente y puede comprender la aplicación de un castigo. (Si la confusión entre lo real y lo que es producto de la imaginación continúa más allá de los seis años, podemos pensar que existe algún defecto en la educación del niño, que habrá que corregir).

Cuando el niño llega a este punto, deja de actuar instintivamente y hay que ayudarle a que reflexione sobre sus actos y sus palabras. En definitiva, el niño a esta edad es responsable de sus actos y palabras, pero es preciso ayudarle porque es débil y aún no se ha ejercitado lo bastante como para ser dueño de todos sus resortes.

Por todo eso, si aparece la doblez, la tergiversación de la verdad, podemos hablar ya con propiedad del pequeño mentiroso. ¿Qué hacer? Ante todo, comprender al niño y después preguntarse por qué miente. Es evidente que tras cualquier mentira hay un motivo oculto, y éste es el que nos debe interesar a los educadores: quitada la raíz, lo demás desaparecerá por sí solo.

Un castigo duro en el momento de descubrir la verdad puede ser perjudicial e incluso la próxima vez el niño podrá mentir más todavía, buscando modos más refinados, para tratar que nunca se llegue a saber la verdad. Pero entonces... ¿no castigaremos?, ¿dejaremos pasar por alto la falta? No. Es importante darle confianza y, cuando "confiese", hacer que reflexione, que vea las consecuencias negativas que puede acarrearle esa conducta, entre las cuales se puede hacer especial hincapié se encuentra la de perder la confianza que sus padres tienen en él.

El ejemplo de los padres y educadores

El niño que vive en un clima de sinceridad suele impregnarse de esta virtud, pero, de igual modo, captará las mentiras de los mayores. El niño imita a sus padres, a sus familiares, a la sociedad que le rodea. Veamos cinco tipos de mentiras muy frecuentes en los adultos que son otros tantos incentivos para que el niño mienta.

Mentiras de "comodidad": Aquellas que surgen para evitarnos esfuerzos o situaciones molestas. Así, las contestaciones que se dan al niño para que nos deje en paz y se calle; las promesas que se le hacen y luego no se cumplen.

Mentiras "sociales" o "políticas": Es bastante corriente encargar que se diga que uno no está en casa cuando al teléfono hay una persona pesada o cuando tiene prisa. También es frecuente, en visita, poner al interlocutor por las nubes y alegrarse cien veces de haberse vuelto a ver, cuando lo que se piensa es todo lo contrario. ¿Hay quien pueda opinar que el niño espectador no capta la falsedad?

Mentiras de "utilidad": Las que se dicen para obtener algún provecho material, como el hecho corrientísimo de rebajar la edad de los niños en los medios de transporte para no pagar billete o pagarlo reducido.

Mentiras de "vanidad": Aquellas en las que tantas veces incurrimos los mayores para alabarnos ante los demás, cuando los niños se dan cuenta de que presumimos sin fundamento.

Mentiras de "fantasía": Con las que se dan explicaciones caprichosas a los fenómenos que el niño observa: los ángeles jugando a los bolos como causa del trueno; la cigüeña trayendo de París a los niños...

Fuentes: Javier De Alba y José Luis Varea, "Manual para padres eficaces"

La clave está en la voluntad


 

En la raíz de bastantes de las adversidades que ocurren en la vida, encontraremos que fue la debilidad de la voluntad lo que nos llevó o por lo menos ayudó, a que nos encontráramos en esa situación que nos contraría.

Basta identificar que la mayoría de los peligros (como la infidelidad, el poder, el dinero…) y los vicios (al cigarrillo, alcohol, drogas, sexo, juego…) están relacionados con la frágil fuerza de voluntad. Y es que es ella, la que nos da la fortaleza para elegir lo que nos favorece y descartar lo que nos hace daño.

Cuando no se ha educado adecuadamente la voluntad, se pierde el dominio de sí mismo, acercándose a la condición animal, sujeta a los instintos y vencida por los deseos, sin ninguna clase de control; a diferencia del ser humano, quien ha sido dotado de la capacidad para razonar, hacer juicios y elegir. La voluntad es la herramienta que tiene el hombre para ser cada día mejor y encaminarse hacia el bien. También, es la capacidad que nos mueve a hacer las cosas de manera intencionada, por encima de las dificultades, los contratiempos y el estado de ánimo.

Educar la voluntad

Para el autor Stephen Covey, "Voluntad es mantener los compromisos con nosotros mismos de hacer lo que decimos. Es respetarse a sí mismo"; efectivamente la ausencia de voluntad, además de afectar a otras personas, también se convierte en una falta con nosotros mismos.

Pese a que reconocemos que necesitamos fortalecer la voluntad, que nos estamos maltratando a nosotros mismos y a los que nos rodean, ¿por qué continuamos fallando?. La respuesta es sencilla: no se ha educado la voluntad. El camino fácil y cargado de placer superfluo, es a simple vista bastante atractivo, pero casi siempre termina mal. Es por esto, que la voluntad, al igual que los otros valores, nos abre el camino para ser felices.

Formar la voluntad es un proceso, cuesta esfuerzo pero no es imposible, y es muy grato cuando se reconquista el autodominio y empieza a gobernar un "yo" con plena libertad.

Podemos comparar a la voluntad con los músculos de nuestro cuerpo, estos últimos se vuelven más frágiles en la medida que dejan de ejercitarse. Lo mismo ocurre con la voluntad: cada situación que requiere esfuerzo es una magnífica oportunidad para robustecerla, de otra forma, se adormece y se traduce en falta de carácter, irresponsabilidad, pereza, inconstancia...

Fuente: encuentra.com

10 Reglas de oro para educar la voluntad  

Enrique Rojas, autor del libro "La conquista de la voluntad", recopila en 10 ideas, las reglas principales para educar la voluntad, que lejos de ser simples recetas de cocina, son una invitación a pasar de la teoría a la práctica.

La voluntad necesita un aprendizaje gradual, que se consigue con la repetición de actos en donde uno se vence, lucha y cae, y vuelve a empezar. A esto se le llama hábito. Hay que adquirir hábitos positivos mediante la repetición de conductas, de forma deportiva y alegre, que van inclinando la balanza hacia comportamientos mejores, más maduros y que, a la larga, se agradecerán, pero que, en las primeras etapas, cuestan mucho trabajo, puesto que la voluntad está aún en estado primario, sin dominar.

Para tener voluntad hay que empezar por negarse o vencerse en los gustos, los estímulos y las inclinaciones inmediatas. Esto es lo realmente difícil. La voluntad es liberadora. ¿En qué consiste ser libre? ¿Qué es liberarse? Significa poder moverse sin coacciones, eximiéndose de obstáculos y dependencias que distraigan del mejor trayecto personal. La voluntad libera e inicia el vuelo hacia la realización del proyecto personal y de la felicidad. Liberación no es hacer lo que uno quiere o seguir los dictados inmediatos de lo que deseamos, sino vencerse en pequeñas luchas titánicas para alcanzar las mejores cimas del propio desarrollo.

Cualquier aprendizaje se adquiere con más facilidad a medida que la motivación es mayor. Estar motivado implica estar preparado para apuntar hacia el mejor blanco. El que no sabe lo que quiere, el que no tiene la ilusión de alcanzar algo, difícilmente tendrá la voluntad preparada para la lucha.

Tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y estables. Cuando esto es así y se ponen todas las fuerzas en ir hacia delante, los resultados positivos están a la vuelta de la esquina, y no tiene cabida la dispersión de objetivos, ni tampoco querer abarcar más de lo que uno puede. Por eso produce mucha paz aplicarse en esos propósitos, siendo capaz de apartar todo lo que pueda distraernos o alejarnos de las metas.

Toda educación de la voluntad tiene un fondo ascético, especialmente en sus comienzos. Hay que saber conducir las ansias juveniles hacia una meta que merezca realmente la pena. Una vez llegados a este punto: las grandes ambiciones, las mejores aventuras, brotan de algo pequeño, que crece y se hace caudaloso a medida que la lucha personal no cede, no baja la guardia, insistiendo una y otra vez.

A medida que se tiene más voluntad, uno se gobierna mejor a sí mismo, no dejándose llevar por el estímulo inmediato. El dominio personal es uno de los más extraordinarios retos, que nos elevan por encima de las circunstancias. Se consigue así una segunda naturaleza. Uno no hace lo que le apetece, ni escoge lo más fácil y llevadero, sino que se dirige hacia lo que es mejor. Cuando la voluntad es más sólida, esa persona ya ni se plantea el cansancio que ha supuesto o sus apetencias, sino lo que sabe que será más positivo para ella de cara a los objetivos diseñados.

Una persona con voluntad alcanza las metas que se había propuesto con constancia. Es importante tener presentes las piezas instrumentales de la voluntad: el orden, la tenacidad, la disciplina, la alegría constante y la mirada puesta en el futuro, en la meta.

Es importante llegar a una buena proporción entre los objetivos y los instrumentos que utilicemos para obtenerlos; es decir, buscar la armonía entre fines y medios. Hay que intentar una ecuación adecuada entre aptitudes y limitaciones, pretender sacar lo mejor que hay en uno mismo, poniendo en marcha la motivación, configurada gracias a las ilusiones, así como el orden, la constancia, la alegría y la autoridad sobre nosotros mismos, para no ceder ni un ápice en lo propuesto.

Una buena y suficiente educación de la voluntad es un indicador de madurez de la personalidad. No hay que olvidar que cualquier avance de la voluntad se acrecienta con su uso y se hace más eficaz a medida que se incorpora con firmeza en el patrimonio psicológico de cada uno de nosotros.

La educación de la voluntad no tiene fin. Esto significa que el hombre es una sinfonía siempre incompleta, y que, haber alcanzado un buen nivel no quiere decir que se esté siempre abonado al mismo, ya que las circunstancias de la vida pueden conducir a posiciones insólitas, inesperadas, difíciles o que obligan a reorganizar parte de la estructura del proyecto personal.

"La conquista de la voluntad" de Enrique Rojas. Ed. Temas de Hoy. Madrid-España.

Más sobre este tema: Libro virtual "La educación de la voluntad" de Javier Abad Gómez

El aborto y la nueva ética mundial

A pesar de todas las protestas y movilizaciones la Ley del Aborto ha sido aprobada, lo mismo que pasó con la que equiparaba las uniones homosexuales al matrimonio o la imposición de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Pero no se trata sólo de una ocurrencia de nuestro Gobierno, pues son bastantes los países que han aprobado o tratan de aprobar leyes similares. Tenemos que apuntar más arriba.

La cuestión tiene un calado mucho más amplio y se encuadra en la ofensiva para establecer una nueva ética mundial, sin referencia a ningunos valores universales preexistentes, incluida la Declaración de los Derechos Humanos y, por supuesto, los cristianos. Basta leer la exposición de motivos de la Ley del Aborto para comprobarlo. Los principios que se invocan y la engañosa terminología que utiliza, es la acuñada en la sucesivas Conferencias que patrocinó la Organización de las Naciones Unidas entre los años 1990 y 1996, sobre educación, infancia, medio ambiente, derechos humanos, población, desarrollo social, mujer, habitat y seguridad alimenticia, concebidas en su conjunto como los paradigmas de una nueva cultura y ética global.

Aunque la ONU es una organización intergubernamental, aquellas conferencias no reflejaron la voluntad de los gobiernos ni de sus pueblos, sino la de los "expertos" que habían ido ocupando posiciones claves, desde los años 60, en su inmenso complejo burocrático y administrativo y allí continúan, velando para que los resultados de aquellas conferencias no se vuelvan a poner en cuestión.

Hay que tener en cuenta que estas conferencias comienzan inmediatamente después de la caída del muro de Berlín y el hundimiento de los regímenes comunistas. Termina la guerra fría y se proclama el fin de las ideologías. Los "expertos" se presentan con una apariencia de neutralidad ante un mundo que se va globalizando y le ofrecen sus ideas, revestidas de gran aparato científico y el respaldo de la ONU. Cuidadosamente excluyeron a quienes no compartían su ideología.

En la Conferencia de Beijing sobre la mujer, introdujeron las ideologías radicales del feminismo y del género. Se proclamó el derecho de la mujer a decidir, sin interferencias, sobre su propia sexualidad y sus consecuencias y para garantizar su salud sexual y reproductiva se exigió que, si lo decide, pueda abortar con la mayor garantía y seguridad sanitaria.

El derecho a abortar que se reconoce a las mujeres significa la muerte de millones de niños, pero eso no inquieta a los "expertos" ya que la Conferencia sobre población viene impulsando la idea de que es necesario reducir el crecimiento demográfico para que la vida en el planeta Tierra sea sostenible.

El objetivo del milenio sobre disminuir el hambre en el mundo no pasa por producir más alimentos y distribuirlos mejor, sino por disminuir el número de comensales.

Expresiones ambiguas como derecho a decidir, lucha contra la discriminación, ampliación de derechos, esclarecimiento de los mismos, defensa de la tierra, ecología medio-ambiental, igualdad de géneros, democracia participativa, etc van siendo interpretadas de nuevo sustituyendo los valores universales sobre los que se estableció el orden internacional en 1945 y que ahora se consideran obsoletos. Aunque las conclusiones de las conferencias no tengan fuerza vinculante para los Estados, poco a poco se ha ido introduciendo la idea de que hay que seguirlas porque son la esencia del progresismo, el camino del futuro.

Estos "expertos" han contado con la colaboración de poderosas ONGs, generosamente subvencionadas por aquellos países y empresas multinacionales que pueden beneficiarse de la promiscuidad sexual, de la ecología antinuclear, del aborto o de las trabas al desarrollo de determinados pueblos en nombre del calentamiento global. Estas ONGs se presentan como representantes de la sociedad civil ocultando sus verdaderas vinculaciones.

Últimamente este tinglado "onusiano" ha tenido un par de tropiezos: Uno al demostrarse la falsedad de los informes sobre el calentamiento global y otro con el escándalo de la vacuna de la gripe A que ha puesto al descubierto la vinculación de algunos de sus dirigentes con el fabuloso negocio de la vacuna que era urgente adquirir.

Un último apunte: la subvención de la ministra Aído a una organización feminista que pide la exclusión del Vaticano de la ONU, porque no comparte ni puede compartir esta nueva ética.

Francisco Rodríguez Barragán
Licenciado en Derecho, Geografía e Historia