martes, 16 de marzo de 2010

El aborto y la nueva ética mundial

A pesar de todas las protestas y movilizaciones la Ley del Aborto ha sido aprobada, lo mismo que pasó con la que equiparaba las uniones homosexuales al matrimonio o la imposición de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Pero no se trata sólo de una ocurrencia de nuestro Gobierno, pues son bastantes los países que han aprobado o tratan de aprobar leyes similares. Tenemos que apuntar más arriba.

La cuestión tiene un calado mucho más amplio y se encuadra en la ofensiva para establecer una nueva ética mundial, sin referencia a ningunos valores universales preexistentes, incluida la Declaración de los Derechos Humanos y, por supuesto, los cristianos. Basta leer la exposición de motivos de la Ley del Aborto para comprobarlo. Los principios que se invocan y la engañosa terminología que utiliza, es la acuñada en la sucesivas Conferencias que patrocinó la Organización de las Naciones Unidas entre los años 1990 y 1996, sobre educación, infancia, medio ambiente, derechos humanos, población, desarrollo social, mujer, habitat y seguridad alimenticia, concebidas en su conjunto como los paradigmas de una nueva cultura y ética global.

Aunque la ONU es una organización intergubernamental, aquellas conferencias no reflejaron la voluntad de los gobiernos ni de sus pueblos, sino la de los "expertos" que habían ido ocupando posiciones claves, desde los años 60, en su inmenso complejo burocrático y administrativo y allí continúan, velando para que los resultados de aquellas conferencias no se vuelvan a poner en cuestión.

Hay que tener en cuenta que estas conferencias comienzan inmediatamente después de la caída del muro de Berlín y el hundimiento de los regímenes comunistas. Termina la guerra fría y se proclama el fin de las ideologías. Los "expertos" se presentan con una apariencia de neutralidad ante un mundo que se va globalizando y le ofrecen sus ideas, revestidas de gran aparato científico y el respaldo de la ONU. Cuidadosamente excluyeron a quienes no compartían su ideología.

En la Conferencia de Beijing sobre la mujer, introdujeron las ideologías radicales del feminismo y del género. Se proclamó el derecho de la mujer a decidir, sin interferencias, sobre su propia sexualidad y sus consecuencias y para garantizar su salud sexual y reproductiva se exigió que, si lo decide, pueda abortar con la mayor garantía y seguridad sanitaria.

El derecho a abortar que se reconoce a las mujeres significa la muerte de millones de niños, pero eso no inquieta a los "expertos" ya que la Conferencia sobre población viene impulsando la idea de que es necesario reducir el crecimiento demográfico para que la vida en el planeta Tierra sea sostenible.

El objetivo del milenio sobre disminuir el hambre en el mundo no pasa por producir más alimentos y distribuirlos mejor, sino por disminuir el número de comensales.

Expresiones ambiguas como derecho a decidir, lucha contra la discriminación, ampliación de derechos, esclarecimiento de los mismos, defensa de la tierra, ecología medio-ambiental, igualdad de géneros, democracia participativa, etc van siendo interpretadas de nuevo sustituyendo los valores universales sobre los que se estableció el orden internacional en 1945 y que ahora se consideran obsoletos. Aunque las conclusiones de las conferencias no tengan fuerza vinculante para los Estados, poco a poco se ha ido introduciendo la idea de que hay que seguirlas porque son la esencia del progresismo, el camino del futuro.

Estos "expertos" han contado con la colaboración de poderosas ONGs, generosamente subvencionadas por aquellos países y empresas multinacionales que pueden beneficiarse de la promiscuidad sexual, de la ecología antinuclear, del aborto o de las trabas al desarrollo de determinados pueblos en nombre del calentamiento global. Estas ONGs se presentan como representantes de la sociedad civil ocultando sus verdaderas vinculaciones.

Últimamente este tinglado "onusiano" ha tenido un par de tropiezos: Uno al demostrarse la falsedad de los informes sobre el calentamiento global y otro con el escándalo de la vacuna de la gripe A que ha puesto al descubierto la vinculación de algunos de sus dirigentes con el fabuloso negocio de la vacuna que era urgente adquirir.

Un último apunte: la subvención de la ministra Aído a una organización feminista que pide la exclusión del Vaticano de la ONU, porque no comparte ni puede compartir esta nueva ética.

Francisco Rodríguez Barragán
Licenciado en Derecho, Geografía e Historia

No hay comentarios:

Publicar un comentario